Bailar. Una forma de resistencia
Ya sabemos que el baile y la danza en general,
desde los inicios de la historia de la humanidad (que no es cuando nació la
escritura, sino cuando nació el ser humano) apareció como una forma de expresar
felicidad, de festejar la vida o la muerte, de agradecer a los dioses, o
simplemente para tener una excusa para mover el cuerpo.
Más allá de eso, como toda actividad donde
haya humanos implicados, la danza despierta toda una seria de reflexiones desde
el punto de vista existencial que es bueno considerar porque forma parte de
nuestra naturaleza reflexionar sobre cada una de nuestras acciones, si partimos
de la base de que cada una de ellas tiene un por qué y una finalidad.
Es así que hoy quisiera reflexionar un poco
sobre el trinomio baile+libertad+resistencia.
Este trinomio para mí en este momento no es
casual, pues la reflexión viene a propósito de la grave situación de crisis que
vive mi país Venezuela, y las diferentes vías o formas como los ciudadanos
están haciendo frente a la misma.
La reflexión viene a mí a raíz de la lectura
de una cita de A. Camus: La única manera
de lidiar con este mundo sin libertad es
volverte tan absolutamente libre que tu mera existencia sea un acto de
rebeldía.
Así, si
bailar nos hace libres, entonces bailar se convierte también en un acto de
rebeldía y de resistencia, agrego yo. Y esto sucede cuando, no solamente
ejecutamos unos pasos o una coreografía, sucede cuando en el baile reflejamos
nuestra forma de pensar, entonces bailar se convierte en una forma de resistir,
de rebelarnos contra el dolor, contra el dolor de vivir en un país que se ha
convertido poco a poco en un proyecto fallido con todo lo que ello implica,
pero también incluso contra nuestro
propio dolor físico y emocional. Ya sabemos que esto tiene una razón biológica
pues las endorfinas se ponen constantemente en movimiento mientras bailamos.
Pero más allá de eso, implica que nuestro
espíritu es capaz de ponerse por encima de todo lo terrenal, incluso de
nuestras propias limitaciones humanas, para entrar en contacto con la Energía
del Universo, entiéndase Dios, en cualquiera de sus representaciones.
Y es que viéndolo bien, muchas expresiones
artísticas o literarias, muchos movimientos culturales, en fin muchas de las
cosas que hacemos en nuestro día a día, están signadas por la rebeldía, por ese
deseo de manifestar nuestro descontento o nuestra oposición a lo establecido, a
la “autoridad” (¿quién no se recuerda de joven, revelándose contra la autoridad
paterna?), o simplemente por experimentar lo nuevo, aquello que es distinto o
se opone a lo tradicional. Es un hecho que está en nuestra naturaleza ser
rebeldes y ejercer resistencia.
Tal ha sido en efecto la fuerza de esa energía que podemos decir
que desde el Renacimiento, en el siglo XV, pasando por el movimiento de la
Ilustración en el siglo XVIII, que dio lugar a una de las revoluciones más
importantes de Occidente, hasta los últimos movimientos culturales, como los
Hippies, o el movimiento Punk, el movimiento Queer, o los Yes Men, y muchos otros, han nacido como una forma de
resistencia al status quo, y a la
cultura tradicional del llamado mainstream o corriente mayoritaria,
manifestándose principalmente como una forma de cuestionar las instituciones
tradicionales, ya sean formas de Estado o instituciones religiosas, etc.
Una competencia de Krump.
Este estilo de baile, desarrollado en Los Angeles, California, EEUU, hacia la década de los '90, nació como una forma de resistencia a la violencia callejera y como una forma de canalizar la ira, la agresión y la frustración de manera pacífica y positiva.
De hecho, podemos ver en la enorme expresividad y en la variedad de movimientos del Krump, el ímpetu de la pelea que nunca llega a ser tal.
En Brasil, por ejemplo, el movimiento funk,
desarrollado en las favelas de Sao Paulo, se ha venido extendiendo cada vez más
a todas las capas sociales, trascendiendo el país para convertirse en un
fenómeno global. Esta manifestación aún está prohibida por las autoridades, ya que
la asocian con actividades delictivas y disturbios públicos. De manera que
participar en estos bailes puede ser considerado incluso como una forma de
arriesgar la vida.
A fin de cuentas, el desafío que está
implícito en toda actividad de resistencia y de rebeldía es la energía que las
impulsa y esa energía que eventualmente
trascenderá nuestras propias limitaciones es la que nos hará eventualmente
libres, aunque sólo sea por unos minutos, mientras la música continúe. Así hay
que bailar... ¡siempre!
Referencias:
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